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EL REDENTOR

Es ciertamente imposible decir o explicar la razón de por qué esa mujer escapó de mis manos, porque ya la tenía cercada. Su condición de migrante no impedía que le asedie y en más de una ocasión, evitó mis lances.  La tierra en escombros ayudaba a que ella escapara, pero yo seguía sus huellas. Me pagaban cinco panes por la cabeza de una mujer, y estaba hambriento. Hay un hombre aquí que recibe órdenes de otro, mayor, el cual daba ese pago. Yo se lo agradezco. Ya a unas veinte abre dado muerte y si debo darle más, lo haré. Solo importa el seguir vivo. El calor es cada vez más fuerte y de los cinco panes debo dar dos a cambio de un poco de agua bebible. No me importa que el REDENTOR odie a las mujeres y las quiera matar a todas. Solo quiero sobrevivir, y vérmelas como pueda. La ciudad de Jerusalén, dicen que, esta de aquí, a mucha distancia. Pero no pierdo la esperanza de llegar a ella; porque me dijo mi abuelo, que allí, como sea y como pueda, allí debía llegar. En ese lugar, me