EL VIGILANTE

Mi nombre es miguel Alfredo y es 13 de marzo de 2020. Soy agente de seguridad, un empleado que cubre un puesto de vigilancia en determinado lugar y horario. En mi caso particular, yo laboro en el turno de la noche; y son comúnmente doce horas las que laboro. Tengo una familia. Ellos son mis hermanos, mis padres y yo. Mis hermanos son Juan y Viviana y mis padres, María y Faustino. Ellos últimos ya mayores. Yo voy por los cuarenta; y quien me sigue es Viviana con 30 y Juan con 28. También vive con nosotros una sobrina llamada Mirella que tiene 22 y está embarazada. Vivimos en un barrio no muy lejos de la capital y somos de una posición económica mediana tirando para abajo más que para arriba. Como agente de seguridad no gano mucho, pero mi hermano Juan que es profesional, gana el doble que yo, y eso me gusta. Mi hermana Viviana aun estudia y mi sobrina por su embarazo dejo de ir al instituto. Mis padres, ya mayores, temen por esto del coronavirus, y yo también.
De pronto, por todo el mundo y según las noticias esta pandemia esta creciendo y hay muchas víctimas. En mi país, por ejemplo, ya hay casi 200 muertos, y hay cada vez más contagiados. Mucho, mucho de dice de otras versiones de las causas de estos decesos, pero las muertes son reales y en aire de las ciudades despide un olor a muerte y a desconcierto. Mi familia se ha blindado comprando víveres para la escasez. Pero tememos que esto siga, porque si la cuarentena sigue y se acaban los suministros, y me echan del trabajo, la verdad no sé qué vamos hacer.

De suerte, y con gracia de Dios, aun conservo mi empleo. Pero por lo difícil de la situación ahora laboramos 24 por 24 horas, es decir, un día laboramos y otro no, debiendo cubrir otro grupo laboral, el día que nosotros no asistimos. Un verdadero caos laboral que no quisiera imaginar cómo lo podremos sobrellevar una vez que pase toda esta pandemia. Hay tanta gente sin trabajo y que, sin embargo, no puede salir de sus casas, que agradezco a Dios aun tener donde cobijarme y de donde todavía recibir dinero para solventar a mi familia. A ellos, claro, no les digo nada porque, en realidad, también estoy más en mi trabajo que en mi casa, así que no sospechan mucho de lo que me pasa. Y eso, me conviene a mí. Desde hace una semana siento un serio dolor en la garganta con el consiguiente dolor en el pecho. Suda mi cuerpo, frio, y me siento realmente cansado. Si no fuera porque es imperativo ahora no perder el empleo, no iría. Pero como el trabajo escasea o, en fin, si dejas de asistir, otro te reemplaza, no puedo dejar de asistir porque sería terrible para mí.
Tengo tantas ganas de toser a veces a viva fuerza, pero me contengo, tanto en mi casa como en mi trabajo, porque si lo hago pueden pensar que padezco de covid 19. Y lo peor es que estoy sospechando seriamente esto de mí, a tal punto que por momentos me dan ganas de ir al hospital a hacerme un descarte. Pero si voy, y me encuentran algo, porque al más leve síntoma de gripe lo diagnostican como coronavirus, temo que me retengan y deje de laborar y me echen entonces del trabajo y luego no tenga dinero para mi familia. Por eso mejor no voy al hospital; y como sea me aguanto con antibióticos. Pero estos también ya no hacen efecto, y mi estado continúa decayendo, aunque claro, yo no le hago notar a nadie.

Menos quiero, si lo tengo, contagiar a los míos. Por eso, cuando empezaron hacer turnos de 24 por 24 horas, yo estaba feliz, porque así no iba a mi casa. Pero mi salud, decayendo cada vez más peor, a veces no podía disimular mi asfixia y pese a que estaba prohibido con el pretexto de sacar a pasear al perro, salía a la calle; y viendo un lugar vacío y sin gente, me echaba con fuerza a toser y a echar mis flemas, con gran potencia para no hacerlo en mi casa ya.

Trataba de dar alegría en mi casa, animo, porque como hermano mayor, ese era mi trabajo. No podía decirles que estaba mal y posiblemente infestado de ese virus, porque los alarmaría y causaría en ellos desosiego que no quiero. Y por eso, me desinfectaba bien antes de ingresar a mi casa y guardaba todas las precauciones.

Cuando siguiendo mas adelante esta cuarentena se dijo que laboraríamos por recorte de personal, 48 por 24 horas, yo admití mi presencia en ese horario porque así iría menos a mi casa, y es más, dejé de ir finalmente a ella, comunicándole a mi familia que un amigo de labores que vive cerca de la unidad, me iba hacer un espacio en su casa para no gastar pasaje yendo a la mía, enviándole yo, eso sí, fielmente, cada quincena, mi pago integro a una cuenta de mi madre para sus gastos en estos tiempos del coronavirus.

Y así fue. Y si me pasara algo a mí con lo de la enfermedad y ya no pudiera volver, me voy satisfecho, porque queda en mi reemplazo mi hermano menor que gana mas que yo porque es
profesional. Así debe ser. “Los jóvenes deben manejar este mundo”.

Me despedí de mi madre y de mi padre la ultima vez que los visité, y también de mis hermanos y mi sobrina.

…A unos días más adelante recibieron ellos la noticia de que desde hacía mes, el señor Miguel había muerto por coronavirus en el hospital de la ciudad pero que había acordado con el banco para enviarles fielmente cada quincena desde entonces a una cuenta de su madre, todos sus ahorros que hasta el mes de octubre aproximadamente cubrirían…

“Los Jóvenes deben manejar este mundo”.

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